lunes, 10 de octubre de 2011

LA MÁS IMPORTANTE DE LAS CAMPAÑAS




Faltando tres semanas para que comience la campaña electoral, la oficial, en la que se puede pedir abiertamente el voto, tengo la sensación de que va a ser atípica, tan atípica como lo está siendo la precampaña o como lo ha sido toda la legislatura. Y tengo esta impresión porque parece que no hiciera falta campaña alguna, como si ni tan siquiera hiciera falta que fuéramos a votar, como si todo estuviera decidido. El PP no desvela una sola propuesta, pues apenas apunta una idea, enfada a un colectivo y se arriesga a perder un buen puñado de votos. Para UPyD cuanto más desencanto exista mejor, ya que nadie, en condiciones normales, votaría a un partido sin ideología ni ideas. IU ha decidido agarrarse al 15M y parece que abogaran por la abstención y la eliminación de la clase política. Mejor, porque tras lo visto el 22M, sus votos van a parar a las arcas del PP.

Y en cuanto a nosotros los socialistas ¿qué decir? Por un lado tenemos un Ejecutivo obligado a tomar medidas incómodas justo antes de las elecciones. Por otro lado, un candidato que, pese a ser probablemente el mejor político que tiene actualmente este país, se ve obligado a renegar de medidas de las que ha sido en parte responsable...

Todo ésto hace que las bases, las que hacen campaña cada día en el mercado, en el colegio, en la oficina, en el bar...se sientan derrotadas, dando por sentado que, por alguna suerte de conjunción astral, la persona más indolente del mundo, a la que ninguno en condiciones normales votaríamos ni para presidente de la comunidad de vecinos, vaya a ser Presidente del Gobierno. Veo incluso a compañeros con esta misma sensación. Qué hacer o qué decir mientras existan cinco millones de parados...

Pues ¡NO!, el 20N no nos jugamos solamente cómo salir de la crisis, de la que por cierto saldremos de la mano del resto de países de la UE con gobiernos previsiblemente socialdemócratas. El 20N nos jugamos nuestro modelo de sociedad. No podemos y no debemos permitir que nos quiten con excusas baratas lo que tanto nos ha costado conseguir, el "estado de bienestar" que nos ha permitido desarrollarnos como país.

Os podrán decir misa, pero el avance logrado por España en el ámbito internacional en los últimos 35 años no se debe a ningún tipo de sentimiento patrio que nacionalistas y socialistas quieren dinamitar, sino a la igualdad de oportunidades que hemos disfrutado todos durante este tiempo. Y no nos equivoquemos, igualdad de oportunidades no significa que seamos más los que nos hayamos podido permitir un adosado, un seguro médico privado y un colegio concertado...Igualdad de oportunidades es que el hijo de un obrero o de un inmigrante pueda licenciarse tras pasar por una escuela, primaria y secundaria, y por una universidad públicas y de calidad.

No podemos cerrar los ojos a la realidad de los cinco millones de personas que se encuentran desempleadas, pero tres millones y medio de ellos están recibiendo algún tipo de prestación que les ayuda a superar esta difícil situación. Y todos ellos pueden seguir educando a sus hijos y seguir recibiendo atención sanitaria en caso necesario.

Un millón y medio de parados, cifra a la que "aspira" el siempre cómico Pons, que tuvieran que pagar por el bachillerato de sus hijos o por visitar al médico de familia, e incluso que no tuvieran derecho a prestación por desempleo como ha sugerido Mª "Dolores" de Cospedal, es lo que realmente sería un verdadero drama social. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el 9% de norteamericanos que se encuentran en esta situación.

Todo esto es lo que debemos contar a la gente durante esta campaña, por eso no podemos caer en el pesimismo, ya que probablemente sea la campaña más importante que vayamos a vivir desde que recuperamos la democracia.

Tampoco estaría de más que divulgásemos los recortes de los derechos a mujeres, homosexuales, inmigrantes y dependientes que, o bien apuntan o bien están perpetrando ya, los líderes autonómicos del Partido Popular, y que muestran lo que Mariano Rajoy no se atreve a decir.

Puede ser que la población considere a todos los políticos iguales, pero hay que hacerles ver, como decía Orwell, que unos son más iguales que otros.

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