martes, 26 de febrero de 2013

POLÍTICA EN DIFERIDO


Cuando ayer escuché a la Secretaria General del Partido Popular balbucear, o bien porque mentía o bien porque estaba imitando a su Presidente, que habían pactado con Bárcenas una indemnización en diferido en forma de simulación, me dije ¡Coño! eso mismo es lo que está pasando en Arganda.

En directo, en la página web del Ayuntamiento, en la revista municipal Arganda Marca y en los diferentes perfiles de Twitter y Facebook, Pablo Rodríguez Sardinero firma acuerdos de colaboración con cientos de miles de empresas con los que genera empleos a millares. Se van a cumplir cuatro años de mandato y la realidad es tristemente diferente. Es públicamente notorio que todo ha sido una simulación. Transcurrido todo este tiempo, en diferido, comprobamos que el paro ha crecido en Arganda en más de un 20% desde que él es Alcalde.

En directo, en los Plenos Municipales y en los medios de comunicación locales, acusan al Partido Socialista de mentir y de generar alarma a la ciudadanía anunciando subidas de impuestos, deudas desorbitadas y pactos secretos. En diferido, el tiempo se encarga de darnos la razón. Una y otra vez se demuestra que su actitud es simulada. Simulada y muy ensayada, pues hay que tener mucho valor o la cara de hormigón armado para negar una deuda municipal de 110 millones de euros que tiene al pueblo y a sus vecinos asfixiados. Hay que saber simular, o mejor dicho, disimular muy bien para negar durante meses una subida del IBI cuando sabes que la vas a aplicar y que estará entre un 17 y un 30%. Hay que ser una mezcla de actor y político demagogo, al estilo Toni Cantó, para insistir en que el acuerdo firmado entre el Ayuntamiento y el Canal de Isabel II no es perjudicial para los argandeños cuando nos están llegando recibos con subidas por encima del 15%.

Han sido ustedes elegidos democráticamente. Apliquen pues sus medidas liberales de ahogo a los ciudadanos si así lo creen conveniente, que ya ellos se encargarán de decidir si les parecen acertadas o no en los siguientes comicios. Pero por favor, no nos mientan, no nos tomen por tontos.


jueves, 21 de febrero de 2013

FÁBULA DE DON MENTIDOR Y EL CORREGIDOR

-Papá, cuéntame un cuento para dormir.

-Está bien cariño. Te voy a contar la fábula de Don Mentidor y el Corregidor.
Había una vez un pequeño pueblo que pertenecía a un Rey, o por lo menos de él decían que era. Sus habitantes vivían felices y contentos, o por lo menos eso podía deducirse pues nadie protestaba por nada.

-¿Nadie, nadie, papá?

-Es verdad, no es del todo cierto. Existía un hombre, que protestaba siempre por todo, al que el Corregidor de la villa y sus seguidores llamaban Don Mentidor.

-¿Por qué lo llamaban así, papá?

-Porque lo que contaba Don Mentidor podía provocar que los habitantes de aquella localidad dejaran de vivir felices. Que el Corregidor creaba un nuevo puesto de trabajo, ahí estaba Don Mentidor para recordarle que por su culpa se habían destruido cien. Y es que en aquel pueblo, que por cierto era el que más desempleados tenía de la Comarca, lo más importante era no crear alarma.

-¿Y qué más pasaba en ese pueblo, papá?

-Pues que Don Mentidor, por ejemplo, anunció que el Corregidor iba a subir el impuesto que pagaba cada vivienda un 15%. Por suerte, los alguaciles del Corregidor estuvieron prestos a negarlo. Meses después se comprobó que Don Mentidor no llevaba razón, pues ese impuesto no subió un 15% sino entre un 17 y un 30%.

-¿Por qué protestaba siempre Don Mentidor, papá?

-Eso mismo se preguntaba el Corregidor. Don Mentidor no comprendía, o no quería comprender, que eran los propios habitantes de la villa los que pedían, casi suplicaban, al Corregidor que subiera las tasas y se inventara otras muchas, que ampliara las zonas de pago de estacionamiento de carretas, que les cobrara por la emisión de certificados o que les obligase a pagar por saber si necesitaban hacer obras en sus hogares.

-Papá, yo sólo soy un niño y puede que no esté entendiendo bien el cuento, pero a mi me parece que Don Mentidor llevaba un poco de razón.

-Puede que un poco si, porque una vez protestó porque los amigos del Corregidor iban a obligar a la gente, con dinero o sin él, a pagar más por sus medicinas, y al final se demostró que además de pagar más por las medicinas, tenían que pagar una moneda adicional por cada prescripción del galeno.

-¿Cómo termina el cuento, papá?

-Un día Don Mentidor acusó al Corregidor de hacer un pacto secreto con el dueño del agua de la Comarca, lo que supondría que los habitantes de la villa tendrían que pagar mucho más por ella. Como era habitual, el Corregidor y los alguaciles lo negaron, pero llegó la hora del pago del agua y todos los vecinos comprobaron que los recaudadores les exigían un 17% más.
La felicidad empezó a menguar en aquel bonito pueblo a medida que los vecinos iban abriendo los ojos. Don Mentidor dejó de ser llamado Don Mentidor y se quedó sin nombre, como Prince. El Corregidor pasó a ser Don Fulero 'el Corregidor', aunque esto último no tardó en perderlo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Buenas noche mi amor. A dormir.

miércoles, 13 de febrero de 2013

EL PALACIO DE LA MENTIRA

Llevamos semanas dándole vueltas a si los papeles de Bárcenas son falsos o no. Semanas en las que periodistas de todo tipo y Paco Marhuenda editorializan sobre si se trataba de la mayor trama de financiación ilegal de un partido político jamás vista o era otra de las maniobras del malvado Rubalcaba. Semanas en las que para cualquier afiliado del Partido Popular era de obligado cumplimiento el intercalar el vocablo transparencia cada seis palabras. Semanas en las que hemos podido ver a Rosa Díez y a Toni Cantó inquietos de un lado para otro, como Chiquito de la Calzada en el escenario, susurrando para sí: De ésta pillo Ministerio, de ésta pillo Ministerio...Semanas en las que la indignación ciudadana crecía exponencialmente. Semanas en las que incluso los feligreses del partido conservador empezaban a dudar y podía vérseles rezar: Virgencita, Virgencita, que no sea verdad.

Sin embargo, todo el trabajo de investigación hecho por El País y El Mundo, no  es capaz de ilustrar el caso como lo hace este breve cuento escrito hace algún tiempo por Pedro Pablo Sacristán y que a continuación transcribo:

Los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes, los mejores del mundo, y los duendes competían duramente porque el suyo fuera el mejor.
Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó.
Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán.

Todo es falso, salvo algunas cosas. Por primera vez y, sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con el Presidente. Se destapa el caso Gürtel y Bárcenas es inocente. Continúa la investigación y se empiezan a resquebrajar los primeros ladrillos. Bárcenas es culpable pero nada tiene ya que ver con el Partido Popular. Y se descubre que le han estado pagando el abogado. Más ladrillos rotos. Y se descubre que le pagan la secretaria. Siguen cayendo ladrillos. Y se descubre que tiene coche pagado por Génova y un despacho en la cuarta planta del número 13 al que acude con frecuencia.

Cada descubrimiento, cada tabique de ladrillos de mentiras que caía, era reemplazado rápidamente por otro más grueso que necesitaba de una cantidad mayor de mentiras para ganar consistencia. Hoy hemos sabido que hasta diciembre de 2012, hasta apenas quince días antes de que se destapara la famosa cuenta suiza, se le estuvo pagando la indemnización por despido y, lo que es más sorprendente, se estuvo cotizando por él a la Seguridad Social. Del palacio no quedan ya ni los cimientos.

Lo grave es que los duendes liberales de la mentira no han hecho sólo un palacio, han aprovechado la burbuja inmobiliaria para urbanizar España con castillos de esta índole a costa de los españoles, que estamos pagando a base de recortes la recogida de los escombros.